Las imágenes de un sonriente presidente boliviano con Vladimir Putin y con el canciller iraní Mohammad Javad Zarif recorrieron todos los medios locales y encendieron alguna alarma.
¿Conoce Morales algo acerca de la vinculación de la teocracia en los ataques terroristas en Buenos Aires en 1992 y 1994? ¿Hasta dónde les facilitará el acceso a sus bienes minerales estratégicos?
Morales se encamina a una nueva reelección pese a que la Constitución Política del Estado se lo prohíbe y a que el pueblo boliviano fue concluyente en un referéndum al que el propio interesado había convocado el 21 de febrero de 2016.
La carta de presentación de Evo es atractiva: mantiene el control total de los nervios del estado, debilidad institucional, una justicia obediente, una oposición maniatada y una impostada afinidad política e ideológica común.
Al menos en la retórica. Incluso, el patrón del Palacio Quemado hizo los deberes desde un comienzo: fue de los primeros en expulsar a la delegación diplomática de los Estados Unidos y a los incómodos miembros de la DEA. Fue en septiembre y noviembre de 2008.
Desde aquella época se siente más liviano. Sus socios de entonces, Fidel Castro y Chávez lo alentaron y sostuvieron.
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