El ejercicio perverso del poder en Santiago del Estero
Cuando hace veinticinco años se realizó la reforma de la Constitución Nacional, Raúl Alfonsín logró que se introdujera la elección de un tercer senador nacional para todos los distritos provinciales y, por supuesto, para la Ciudad de Buenos Aires. Esta modificación –antes eran sólo dos por provincia- se efectuó para lograr que la segunda minoría electoral tuviera un representante en la Cámara Alta; es decir, cualquiera sea la diferencia entre la fuerza política más votada y la que se ubica en el segundo lugar, a esta última le correspondería una banca en la Cámara de Senadores Nacionales. Recordemos aquí que los senadores son los representantes de cada Estado provincial en que está dividida toda la geografía nacional.
Sin embargo, a pesar de que la letra y el espíritu de nuestra Carta Magna nacional lo explicita con total claridad, en la perversa versión oficialista que se da en Santiago del Estero se viabiliza una oferta electoral pergeñada al sólo fin de que el poder gobernante en la provincia desde 2005, se adueñe de las tres bancas en disputa, incluso la que debiera ocupar la segunda minoria, tergiversando lo establecido por la Constitución Nacional. En efecto, en la elección de 2013, Zamora e Iturrez de Capellini ingresaron al Senado por la mayoría, mientras Montenegro lo hizo por la minoría. Como todos lo saben, ¡los tres apellidos mencionados forman parte del mismo espacio político partidario! Más aún, se encuentran en condiciones de apoderarse de las cuatro banca de diputados nacionales que se eligen a fines de octubre del corriente año.
Si a lo descripto le sumamos que cuenta con 30/40 diputados provinciales, que gobiernan los 28 municipios y la casi totalidad de las Comisiones Municipales, estamos hablando de un poder hegemónico que prácticamente nada tiene que ver con una auténtica democracia. De allí se desprende que a nadie sorprenda el hecho de haber obtenido el 75% de los votos en las elecciones primarias realizadas el pasado domingo. Como se advierte sólo queda un cuarto del padrón provincial para repartir entre todas las otras fuerzas participantes, de las cuales únicamente dos de ellas han logrado superar el piso de votos para presentar candidatos a senadores y diputados nacionales el próximo 27 de octubre.
De lo escuetamente señalado, queda absolutamente demostrado que en Santiago del Estero no se respiran aires democráticos, sino la hegemonía de una fuerza política que dibuja a placer los números electorales, ante la irritante pasividad de miles de ciudadanos que son incapaces de organizarse para dar el debate correspondiente y acabar de una vez por todas con estas puestas de escena que solo perpetúan la dominación cultural de siglos.
Cuando hace veinticinco años se realizó la reforma de la Constitución Nacional, Raúl Alfonsín logró que se introdujera la elección de un tercer senador nacional para todos los distritos provinciales y, por supuesto, para la Ciudad de Buenos Aires. Esta modificación –antes eran sólo dos por provincia- se efectuó para lograr que la segunda minoría electoral tuviera un representante en la Cámara Alta; es decir, cualquiera sea la diferencia entre la fuerza política más votada y la que se ubica en el segundo lugar, a esta última le correspondería una banca en la Cámara de Senadores Nacionales. Recordemos aquí que los senadores son los representantes de cada Estado provincial en que está dividida toda la geografía nacional.
Sin embargo, a pesar de que la letra y el espíritu de nuestra Carta Magna nacional lo explicita con total claridad, en la perversa versión oficialista que se da en Santiago del Estero se viabiliza una oferta electoral pergeñada al sólo fin de que el poder gobernante en la provincia desde 2005, se adueñe de las tres bancas en disputa, incluso la que debiera ocupar la segunda minoria, tergiversando lo establecido por la Constitución Nacional. En efecto, en la elección de 2013, Zamora e Iturrez de Capellini ingresaron al Senado por la mayoría, mientras Montenegro lo hizo por la minoría. Como todos lo saben, ¡los tres apellidos mencionados forman parte del mismo espacio político partidario! Más aún, se encuentran en condiciones de apoderarse de las cuatro banca de diputados nacionales que se eligen a fines de octubre del corriente año.
Si a lo descripto le sumamos que cuenta con 30/40 diputados provinciales, que gobiernan los 28 municipios y la casi totalidad de las Comisiones Municipales, estamos hablando de un poder hegemónico que prácticamente nada tiene que ver con una auténtica democracia. De allí se desprende que a nadie sorprenda el hecho de haber obtenido el 75% de los votos en las elecciones primarias realizadas el pasado domingo. Como se advierte sólo queda un cuarto del padrón provincial para repartir entre todas las otras fuerzas participantes, de las cuales únicamente dos de ellas han logrado superar el piso de votos para presentar candidatos a senadores y diputados nacionales el próximo 27 de octubre.
De lo escuetamente señalado, queda absolutamente demostrado que en Santiago del Estero no se respiran aires democráticos, sino la hegemonía de una fuerza política que dibuja a placer los números electorales, ante la irritante pasividad de miles de ciudadanos que son incapaces de organizarse para dar el debate correspondiente y acabar de una vez por todas con estas puestas de escena que solo perpetúan la dominación cultural de siglos.
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