Por Ernesto Martinchuk
Doce generaciones de niños y jóvenes de la Argentina, que ahora cuentan entre 10 y 27 años de edad, fueron educados e instruidos total o parcialmente, desde los 5 hasta los 12 años de edad por el régimen kirchnerista que padeció la República entre los años 2003 y 2023. De ellas 7 generaciones ya votan y eligen autoridades.
Antes de decir cómo fueron instruidos y educados esos niños debemos señalar lo que el hecho significa en cifras. Este informe publicado por el Ministerio del Interior a cargo del Dr. Eduardo De Pedro en octubre de 2023, presenta la evolución de los principales indicadores de natalidad en Argentina durante el periodo 2012-2021. Los datos han sido obtenidos de la Base de Datos del Registro Nacional de las Personas (RENAPER).
Es importante destacar que la residencia se establece de acuerdo a lo que se declara en el trámite identificatorio, mientras que la jurisdicción de ocurrencia surge de la partida de nacimiento correspondiente y agregar los que ingresaron al país como inmigrantes. La Tasa Bruta de Natalidad para cada jurisdicción en 2021 se calculó a partir de los datos de nacimientos por lugar de residencia de 2021 en la BdDR y la población estimada para ese año con la referencia de la población de los Censos Nacionales de 2010 y 2022 del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC).
¿Cómo fueron instruidos y educados esos ciudadanos y los adolescentes que pronto se incorporarán como tales, es decir, las otras 5 generaciones formadas por el kirchnerismo que aún no votan? El kirchnerismo y en general el peronismo no abandonó materialmente la enseñanza primaria, secundaria y universitaria, en una centuria en que no es posible olvidar deliberadamente el deber estatal de atender a la educación popular. El kirchnerismo no la abandonó, pero la sacrificó a sus designios. A su alrededor hizo un gran despliegue de elementos materiales, menos provechosos que espectaculares y los hizo servir de cortina de humo para ocultar sus verdaderos propósitos, que no fueron sino los de utilizar las escuelas públicas para sus fines de perpetuación, convirtiéndolas en instituciones para producir, en serie, subordinados de su sistema totalitario.
Para cumplir sus finalidades, tanto el peronismo como el kirchnerismo tuvieron que contrariar los principios fundamentales de la nacionalidad y modificar a su gusto el curso de la historia argentina. Por su decisión, el declive de la educación comenzó en el gobierno de Perón, y luego con Carlos Menem, durante la gestión de Susana Decibe, a la que siguió Daniel Filmus. Luego continuó Alberto Sileoni designado viceministro de Educación en junio de 2003, con el ministro Daniel Filmus que implementó el plan FinEs, denominado por los especialistas como "estafa pedagógica".
Luego siguieron Nicolás Trotta, y Jaime Perczyk continuador de la línea Filmus-Sileoni. Los resultados marcan que la educación ha ido en franco deterioro, a pesar de que todos ellos, muestran sus estadísticas con excelentes resultados, lo cierto es que siempre nivelaron hacia abajo y nadie nunca les ha pedido explicaciones… Hoy la realidad nos golpea con que existen chicos de 10 años que no saben leer ni escribir, incluso muchos de sus padres no finalizaron sus estudios. Alumnos de escuelas secundarias que no interpretan textos y estudiantes universitarios que no pueden resolver cálculos matemáticos simples.
Las 17 universidades inauguradas durante el gobierno de Cristina Fernández Vda. de Kirchner, junto a escuelas primarias y secundarias, se convirtieron en centros de militancia y adoctrinamiento como pudo advertirse en los actos del 8 de marzo, el 24 de marzo, el 2 de abril. No olvidemos, también, el video protagonizado por la docente Laura Radetich, defendida, no sólo por el expresidente Alberto Fernández, sino también por sindicalistas afines al kirchnerismo que se niegan a que los docentes sean evaluados y toman de rehenes a los alumnos para defender sus mezquinos intereses
Tampoco debemos olvidar las barbaridades protagonizadas por “docentes” en las pantallas de la Televisión Pública y en las redes sociales que mostraron a “trabajadores de la educación” en la escuela pública naufragando en un mar de disparates, donde no sólo se escribía con horrores ortográficos o se resolvían mal pequeños cálculos matemáticos. Además, -en la gestión de Rosario Lufrano- se pretendió enseñar el Martín Fierro con lenguaje inclusivo. También se ha llegado a ver, la imagen de Manuel Belgrano “confundida” por alguna docente con la de José de San Martín… Nadie se hizo cargo de nada, nadie pidió explicaciones y todo siguió como si nada.
La “década ganada”, -instalada por la máquina de la propaganda peronista- produjo en 20 años, padres con poca instrucción, incapaces de analizar lo que sucede, que se dejan llevar por opiniones de terceros, sin una formación de pensamiento crítico propia, que en definitiva repercute, también, en la educación de sus hijos. El niño ha resultado ser la primera víctima para un futuro cercano, descartado ya de una inclusión laboral, seguirá levantando cartones en la vía pública, pero agitando las banderas del peronismo que lo llevó a vivir en esa situación.
Las generaciones recientes sólo conocieron todo lo que las autoridades del momento dijeron e hicieron, y fue presentado a los estudiantes como lo único bueno realizado en el país. Desde luego, desconocieron todo dicho y cumplido antes, y les fue exhibida como obra detestable, realizada para daño y deshonra de la República.
Al mismo tiempo, las escuelas y las Universidades fueron utilizadas como instrumento de propaganda del partido gobernante para difamar a los partidos y personas no oficialistas. La educación pública no fue, pues, para enseñar y fomentar en los estudiantes el culto a los grandes ideales de la Nación, -sino para inculcarles los pequeños y mezquinos propósitos despóticos de un régimen totalitario- elevados por autodecisión de sus creadores y dirigentes, a la categoría de doctrina nacional, con expreso olvido de que los argentinos ya tenemos como tal, la de los patriotas de mayo y la de Caseros.
Para cumplir esa funesta obra de deformación mental y de conquista partidaria de las nuevas generaciones, el kirchnerismo actuó sin escrúpulos ni frenos. Hizo y hace todo lo posible para lesionar y destruir la esencia republicana, democrática y liberal de nuestra escuela y modelar, elaborar y perpetuar la esencia totalitaria y dictatorial de su sistema, en reemplazo de aquella.
Planes, programas, libros, métodos de clase, trabajos, instrucciones, reglamentaciones, ceremonias, congresos, conferencias, exposiciones, subsidios, todo fue empleado para realizar esa obra de deformación y unificación mental, destinada a facilitar la preparación de los elementos que el régimen necesita para perpetuarse indefinidamente en el poder, pues entre ellos reclutará, más tarde, a sus fanáticos dirigentes, mientras los restantes formarían la sumisa masa que requiere todo régimen totalitario.
Material impreso
Los libros fueron uno de esos elementos de la política. Todos los del pasado argentino, se consideraron inadecuados para esa labor de educación antirrepublicana, antidemocrática y antiliberal. A juicio del kirchnerismo, como lo fue durante el peronismo, los libros debían constituir el primer contacto formal de las nuevas generaciones con el régimen cesarista, o mejor dicho “Cleopatrista” para hacer a sus integrantes hombres y mujeres de fácil manejo político.
Es oportuno recordar que, en el segundo plan quinquenal de Perón, se estableció que los textos escolares serían “estructurados concordantemente con los principios de la Doctrina Nacional”, no olvidemos que la ley que le dio estado legal al plan definió como tal doctrina a las ideas del peronismo- y contendrán “referencias especiales acerca de los objetivos que en el presente plan señalan una orientación definida para cada actividad de la Nación”. Cuando se considera el estado político y la crisis moral que retarda su evolución no debe omitirse el presente antecedente.
Justo es reconocer que una parte apreciable del magisterio logró en parte neutralizar, con su resistencia pasiva, la nefasta obra tanto del kirchnerismo como de sus sindicatos afines, la obra desplegada en la educación de los niños. Debe haber más conciencia entonces, no sólo en las aulas, sino también en las familias, con los riesgos que son de imaginar, pero, la Batalla Cultural ha comenzado y se refiere a la necesidad de responder al desafío de hacer de la juventud parte consciente del proceso de la recuperación nacional.
Se debe convocar a los ciudadanos más preclaros del país, -porque individualidades nos sobran- representantes conspicuos de todas las ciencias del saber teórico-práctico, de las artes, y de la técnica. Reúnanse, dentro de las universidades, a la tarea de elaborar todos los contenidos refundacionales y, una vez consensuados, se sometan a los claustros de enseñanza de todos los niveles, a los órganos parlamentarios y a la administración de justicia de todo el país.
Hay mucho por hacer
Es necesario que la juventud no caiga en la indiferencia, que es uno de los grandes males de este país, o que pretendan encontrar soluciones personales fuera de la Argentina. La juventud debe sentirse parte de este nuevo proceso argentino para afirmar la nacionalidad. Para esto, la tarea principal corresponde al Estado. Es necesario abrir posibilidades de participar en caminos posibles, aunque sean lentos, difíciles o exijan sacrificios. La Universidad y los colegios secundarios pueden jugar un papel importante. Hoy es poco lo que se hace en ese sentido. El estudiantado debe conocer y aportar a esos planes dentro de su ámbito específico y orientar las vocaciones de acuerdo con las necesidades nacionales. Esa es una manera concreta de ser patriota.
Los jóvenes egresados, que realmente quieren servir al país, pueden cumplir un papel activo, llevando adelante las propuestas de repoblar el país, instalándose en regiones más lejanas pero estratégicas, siempre que cuenten con el apoyo del gobierno. La investigación dirigida debe centrarse en resolver las necesidades más acuciantes; la independencia tecnológica; las comunicaciones, la inteligencia artificial, la nanotecnología, la biotecnología, el cambio climático que afecta a los suelos, la deforestación, las enfermedades endémicas naturales, insalubridad industrial; aprovechamiento de fuentes energéticas naturales; o la contaminación de las aguas. Hay mucho por hacer.
El afán transformador de la juventud, su dinamismo, son vitales para un país en proceso de recuperación. Es necesario incorporarlos para concretar el gran desafío. ¿Será una utopía sin sentido real? Tal vez, pero… ¿cuántas de ellas forjaron proezas increíbles con sentido local o universal. Tanto Manuel Belgrano como José de San Martín forjaron utopías irrealizables. Sus fuerzas, su tenacidad, aún dentro de la incomprensión de sus connacionales, pero con su solidez moral, lograron cada uno la proeza que se propusieron… Sin educación, esfuerzo y trabajo no es posible concretar ninguna utopía.
“Es la educación primaria la que civiliza y desenvuelve la moral de los pueblos. Son las escuelas la base de la civilización”. Domingo F. Sarmiento
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