miércoles, 2 de septiembre de 2020

ARTIGAS: CON DOS FRENTES DE LUCHA

     Plebiscito popular
                  José Gervacio Artigas

José Gervasio Artigas buscaba la formación de una confederación de las provincias respetando las autonomías provinciales, con un gobierno de unidad ubicado fuera de Buenos Aires. Esta política era resistida por los directoriales, que pretendían la supremacía de Buenos Aires sobre el resto de las provincias. En tal sentido se venían produciendo distintos enfrentamientos entre estas posiciones, sobre todo a partir del rechazo de los diputados orientales a la Asamblea del Año XXIII.

Manuel García, agente en Río de los directoriales, incentivaba la participación brasileña para derrotar al caudillo oriental. En 1816 se produce la invasión portuguesa a la banda oriental, con la connivencia porteña mediante diversas intrigas y maniobras dilatorias, negándole todo auxilio para resistir la invasión lusitana.

Para tomar conocimiento en el terreno, Artigas se traslada en abril de 1817 hasta las márgenes del Santa Lucía Chico, y advierte diferencias de opinión entre los jefes artiguistas sobre el modo de lograr el auxilio de Buenos Aires contra la invasión. Algunos jefes se manifiestan desconformes con la designación de Fructuoso Rivera como “Comandante General del Ejército de Derecha”, que debía operar al sur del Río Negro. La determinación de Artigas no se hace esperar:

“Desobedecidas mis órdenes, es superfluo exigir el orden de mis providencias. Los que se han exhibido suficientes para autorizar el Acta de Santa Lucía, deben suponerse responsables de sus consecuencias”.

En vista de las controversias sobre sus decisiones, Artigas decide convocar la opinión popular de las villas y pueblos orientales. El plebiscito se realizó entre octubre y noviembre de 1817. El vecindario de los pueblos se expresaron en términos similares:

“Yo el primer Comandante…hice entender expresivamente que el jefe ha llegado a comprender que por vulgaridad se denigra su conducta sobre la que observa con la ciudad de Buenos Aires y que los pueblos son libres de deliberar su suerte y su deseo todo a respetar lo que los mismos pueblos resuelvan; asimismo cada ciudadano puede manifestar su sentir libremente y nombrar nuevo jefe, si considera no estar bien depositada la confianza que con tanto júbilo se había hecho en la persona del referido ciudadano José Artigas. Una voz sonó en el concurso: ¡Viva Artigas! ¡Viva nuestro Jefe Artigas, a él nombramos al principio, él ha de ser nuestro jefe mientras le dura la vida y muy contentos con cuanto ha hecho estamos y con cuanto en lo sucesivo haga”.

El oficio de Artigas a Pueyrredón

Ratificada su autoridad ante los Pueblos Libres, en noviembre de 1817 Artigas se dirigió al director Pueyredón en un extenso oficio reprochándole en duros términos las actitures directoriales. El oficio era en la práctica era una verdadera declaración de guerra.

“Excmo. Señor: ¿Hasta cuando pretende V.E. apurar nuestro sufrimiento?

Ocho años de revolución, de afanes, de peligros, de contrastes y miserias debieran haber sido suficiente prueba para justificar mi decisión y rectificar el juicio de ese gobierno. Ha reconocido él en varias épocas la lealtad y dignidad del pueblo oriental y él debe reconocer mi delicadeza, por el respeto a sus sagrados derechos; ¿Y V.E. se atreve a profanarlas? Tema V.E. solo en considerar las consecuencias.”

En el oficio Artigas le reprocha su actitud ante la invasión portuguesa, y particularmente el “haber publicado el pretendido reconocimiento de la usurpación de la Banda Oriental”, a la que califica de “crimen horrendo”, solo explicable porque respondía a “los misteriosos planes de Pueyrredón.”

En el mismo oficio lo acusa también de haber autorizado el paso de trigo hacia la sitiada ciudad de Montevideo; de promocionar la insurrección de la Banda Oriental; del “criminal proyecto” al enviar una nueva expedición a Santa Fe; de proteger a los portugueses prisioneros que fugaron de Soriano y de tramar la deserción del Ejército de Libertos, “a los que recibió en triunfo en Buenos Aires.”

“Confiese V.E. –continúa Artigas- que sólo por realizar sus intrigas puede presentar el papel ridículo de neutral; por lo demás, el Director de Buenos Aires no puede ni debe serlo”…”Pero sea V.E. un neutral o un indiferente, o un enemigo, tema con justicia el enojo de los pueblos, que sacrificados por el amor a la libertad, nada les acobarda, nada, tanto como perderla. La grandeza de los orientales solo es comparable a su abnegación en la desgracia; ellos saben acometer y desafiar los peligros y dominarlos; resisten la imposición de sus opresores y yo al frente de ellos marcharé donde primero se presente el peligro: V.E. lo sabe bien y tema la justicia de la reconvención de los pueblos”.

“Yo en campaña y envuelto nuestro país entre las sangrienta escenas de la guerra y contra injustos invasores y V.E. debilitando nuestra decisión y energía y suscitando negocios que no dejan de excitar y probar nuestras justas sospechas”.

“Yo empeñado en rechazar a los portugueses y V.E. en favorecerlos. En mi lugar, ¿V.E. habría mirado con rostro sereno tantas desgracias? Confieso a V.E. que tendiendo violentarme he podido dominar mi indignación para no complicar los preciosos instantes en que la patria reclamaba la reconcentración de sus fuerzas y por la misma razón invita a V.E. con la paz; ¿Y V.E. provoca la guerra?. Abrí los puertos, que debía mantener cerrados por razones poderosas; devolví a V.E. los oficiales prisioneros que aún no habían purgado los delitos de sus agresiones y violencias; V.E. no puede negarlo ni desmentir esos actos de mi generosidad, sin que los haya igualado o imitado, después de sus reiteradas promesas.”

“Es verdad –continúa el oficio- que V.E. franqueó algún armamento al sitio y a Paraná sin darme el menor conocimiento. Esa doble atención explica el germen fecundo de sus maquinaciones. Convenía a V.E. ponerse a cubierto de las responsabilidades de su inacción ante el tribunal severo de los pueblos.¿Y cree V.E. eludirle con remisión tan mezquina y rastrera? ¿No acabamos de presenciar sus resultados en las conspiraciones del sitio de Paraná? ¿Podrá ocultarse a los pueblo, que siendo distribuidas esas armas sin el conocimientos de sus jefes, ésos debían ser los resultados? Deje V.E. de ser generoso si han de experimentarse tan terribles consecuencias. ¡Deje de servir a la patria, si ha de oscurecer su esplendor con tan negras acciones!”

Luego le recuerda en el oficio que, en su intención de no dejar “medio alguno para alcanzar al reconciliación”, pidió el envío de dos diputados que Pueyrredón “se comprometió a remitir”, lo cual “anuncié a los pueblos que esperaban con ansias el iris de paz y de concordia”…”Pero es un hecho, desgraciadamente, que ha sido otro el resultado y que hasta ahora nada ha hecho V.E. a ese respecto.”

“Mis palabras –dice Artigas- tienen el sello de la sinceridad y la justicia y si V.E. ha apurado mi moderación, mi honor reclama cuando menos su vindicación. Hablaré por esta vez y hablaré para siempre. V.E. es responsable ante la patria de la inacción y perfidia contra los intereses generales. Algún día se levantará el tribunal severo de la nación y administrará justicia equitativa y recta para todos. Entre tanto –concluye- invito a V.E. a combatir al frente de los enemigos con decisión y energía y ostentar las virtudes de las armas patriotas que hacen glorioso el nombre americano. Dios guarde a V.E." (WRA, p.290)

El “Protector de los Pueblos Libres” se disponía a luchar aún al mismo tiempo en dos frentes, contra portugueses y porteños directoriales.

Por Leonardo Castagnino

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