domingo, 19 de septiembre de 2021

La educación, Sarmiento y el peronismo

Por Ernesto Martinchuk 

Es la educación primaria la que civiliza y desenvuelve la moral de los pueblos. Son las escuelas la base de la civilización”. Domingo F. Sarmiento

Hoy estamos entre los países con mayor deserción escolar del tercer mundo, casi 1,5 millones de chicos abandonaron la escuela. Los datos de deserción interanual entre 2019 y 2020 indican que el abandono escolar llegó a quintuplicarse durante 2020 y afectó con mayor énfasis a los alumnos que forman parte del 62% de pobres en el país.

No faltan, en los últimos tiempos, ataques a la memoria y la obra de Domingo Faustino Sarmiento. Existe una acción solapada, pero permanente contra ellas, sea en forma de cobardes atentados contra sus monumentos, sea intentando, so pretexto de “revisionismo histórico”, desplazarlo de la conciencia nacional con acusaciones que van desde la “entrega” de la Patagonia al asesinato del Chacho entre otras igualmente falsas y temerarias, como negarse -por parte de la docencia militante- a interpretar o incluir en los actos escolares, el Himno a Sarmiento.

Los predicadores de la antidemocracia concentran su fuego en la figura del maestro de América, por lo mismo que la actualidad fecunda y combativa de su labor lo elevan a la jerarquía del arquetipo. Se esgrimen los argumentos menos nobles: se insiste en viejas patrañas, desahuciadas por la investigación y por los hechos; se ensayan -incluso por decisión de dependencias escolares oficiales- expedientes para que las fechas en que la República lo recuerda y los niños aprenden a venerarlo, se desnaturalicen con actos que nada tienen que ver con el gran civilizador…

El viejo luchador aprovecharía el tema para reiterar su prédica y lanzar al rostro de sus enemigos, al igual que en los cien combates sostenidos a pluma y palabra contra ellos en el medio siglo de su apostolado docente, los títulos de su gloria, de sus sarcasmos… La singular pelea le facilitaría la ocasión de mostrar sus fuerzas y probar la puntería de sus palabras, para que los ignorantes supieran, como así también los bárbaros de estos días que prosigue la ciclópea labor y está tenso el arco de su voluntad indomable a lo largo de tantas fatigas y sinsabores.

¿Qué otra cosa teníamos derecho a esperar de quienes no ocultan su enemistad a la acción y el ideario de Sarmiento? Son los mismos que sustituyen su efigie y la de los fundadores y constructores de la nacionalidad por la del tirano; son los mismos adictos al totalitarismo, al populismo, empeñados en su ceguera y complicidad, en restaurar métodos y sistemas repugnantes a la conciencia democrática argentina; son los mismos que pretenden presentarnos como ejemplo de gobierno “la mazorca” y la suma del poder público o del totalitarismo en las variantes conocidas porque el sufragio libre, la ley constitucional, la prensa sin censura, el derecho de reunión y de palabra los atemoriza y asfixia su relato.

Si la República superó, por el esfuerzo de sus pensadores, jefes militares, libertadores de pueblos, estadistas, congresales, clarividentes y la coincidencia fecunda de los sectores más esclarecidos las etapas ominosas de la contrarevolución, de la anarquía, de las guerras civiles, de las tiranías y el despotismo, si la enseñanzas de Belgrano, Moreno, Castelli, Rivadavia, Echeverría, Alberdi, Sarmiento, Mitre, Urquiza en el pasado, y Sáenz Peña, Juan B. Justo, Lisandro de la Torre, Illia, Alfonsín, entre otros, trazaron los rumbos definitivos e inalterables de nuestra democracia, bien está que los escasos e insignificantes de la colonia -escondidos ahora bajo la máscara de la hispanidad falangista o del nazifascismo agonizante- procuren librar su postrer tentativa.

El declive de la educación comenzó en el gobierno de Perón, y luego con Carlos Menem, durante la gestión de Susana Decibe, a la que siguió Daniel Filmus. Luego continuó Alberto Sileoni designado viceministro de Educación en junio de 2003, con el ministro Daniel Filmus que implementó la denominada por los especialistas como "estafa pedagógica" con el plan FinEs y, al igual que las 17 universidades inauguradas durante el gobierno de Cristina Fernández Vda de Kirchner, junto a escuelas primarias y secundarias, se convirtieron en centros de militancia y adoctrinamiento como pudo advertirse recientemente en un video protagonizado por la docente Laura Radetich, defendida, no sólo por el presidente Alberto Fernández, sino también por sindicalistas afines al oficialismo que se niegan a que los docentes sean evaluados.

Este y otros ejemplos protagonizados por “docentes” en las pantallas de la Televisión Pública y en las redes sociales muestran a “trabajadores de la educación” en la escuela pública naufragando en un mar de disparates, donde no sólo se escribe con horrores ortográficos o se resuelven mal pequeños cálculos matemáticos, sino que se pretendió enseñar el Martín Fierro con lenguaje inclusivo y se ha llegado a ver, la imagen de Belgrano confundida con la de San Martín…

Durante el gobierno de Alberto Fernández, asumió Nicolás Trotta -rector de la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo- que ha tenido entre otros errores de gestión, el triste récord de haber sido el ministro de Educación con menos días de clase en la historia, no sólo del país, sino del mundo.

Ahora, asumirá en las próximas horas, Jaime Perczick, -ex rector de la Universidad Nacional de Hurlingham (UNAHUR), fue número dos de Alberto Sileoni, quien, como lo apuntamos, fue el número dos de Filmus en 2003… y es natural que, por instinto de conservación, agoten sus energías exhibiéndose como son…

Sarmiento explicaría el hecho, como explicó a Facundo.

Citemos uno entre tantos de los hechos que menciona: “Perdido en el juego el montó de un año de trabajo, marcha sin dirección fija, hasta que a poco de andar, un juez Toledo, que acertaba a pasar a la sazón, lo detuvo para pedirle su papeleta de conchavo. Facundo aproximó su caballo en ademán de entregársela, afectó buscar algo en su bolsillo y dejó tendido al juez de una puñalada. ¿Se vengaba en el juez de la reciente pérdida? ¿Quería sólo saciar el encono del gaucho malo contra la autoridad civil y añadir un nuevo hecho al brillo de su naciente fama? Lo uno y lo otro. Esta venganza sobre el primer objeto que se presentaba, son frecuentes en su vida. Cuando se apellidaba general y tenía coroneles a sus órdenes, hacía dar en su casa de San juan doscientos azotes a uno de ellos por haberle ganado mal decía, a un joven, doscientos azotes por haberse permitido una chanza en momentos en que él no estaba para chanzas; a una mujer en Mendoza, que le había dicho al paso “adiós mi general” cuando él iba enfurecido porque no había conseguido intimidar a un pacífico, tan juicioso como era valiente y gaucho, doscientos azotes”.

El espíritu es el mismo, si bien menos gallardo, y sin el coraje personal revelado por Facundo otras veces. Es un primario, oscuro sentimiento de venganza y rencor. Sarmiento es aquí el juez, la ley, la libertad responsable, la garantía del derecho para las vidas, el trabajo, los bienes; sus despreciables atacantes de hoy imposibilitados de apuñalarlo o azotarlo, denigran su memoria, atentan contra su estatua…

Han cambiado los tiempos y es otro el sentimiento público argentino y -digámoslo también- los sostenedores del despotismo, se deslizan en las sombras. Pero quedan aún, y si en horas de amargura durante su permanencia en Chile, Sarmiento escuchó el consejo de Montt para anonadar a quienes le combatían y zaherían implacablemente –“Contésteles con un libro”-  y escribió su libro inmortal como folletín de “El Progreso”, la ciudadanía argentina actual puede y debe responder al ataque alevoso con su desprecio e intensificando y ampliando la obra del Civilizador.

No es poca la tarea ni son de bonanza los días presentes. El alegato formidable que es “Facundo” en el proceso político social e institucional de nuestro país, pieza histórica de primer orden para juzgar hombres y acontecimientos, une a la inigualable belleza literaria de su primera parte, el aliento constructivo y patriótico del luchador en su guerra sin cuartel contra la tiranía, que lo acecha y quiere que se lo persiga en su destierro chileno. Recoge la mejor tradición de la patria, transformándose en su vocero y en su numen, para alzar la bandera sostenida frente a los desbordes de la dictadura rosista por los Jóvenes de la Asociación de Mayo, y exhortar a una acción conjunta más allá de las limitaciones partidarias de toda separación de ideología.

Nuestro deber, como el único desagravio digno de su obra, es mantener encendida esa conciencia de la patria que él mantuvo iniesta en medio de todas las vicisitudes, nutriéndola con el ejemplo de su valor civil, de su batallar sin reposo hasta el fin de sus días por los ideales de la libertad, de la cultura, de la civilización, y fortaleciéndola hasta verla triunfar sobre el instinto  excesivamente firme en las ideas, intenciones u opiniones, las pasiones menguadas, y la arbitrariedad hecha sistema de gobierno.

La acción siempre urgente es lo que reclama nuestra generación al mandato de Sarmiento. Una acción como la suya, de soldado sin precio y sin miedo de la libertad y la democracia, fragua de ideas, ideales y propósitos confesables, siempre en combustión; forjador de patria machacando desde el alba hasta la puesta del sol, y en el momento de meditación nocturna, en el yunque de la civilidad nacional para poner al alcance del pueblo los instrumentos de la razón, de la ley, de pensar el futuro, sin prepotencias anuladoras, ni sometimiento, acatamiento, obediencia o rendición conformista…

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