martes, 27 de septiembre de 2022

A PROPOSITO DE ESTRATEGIAS, LA INFLACION, EL HECHO MALDITO


       Por Ricardo Bianchi

La inflación endémica está destrozando la sociedad argentina desde varios ángulos, el económico, el emocional, el de la planificación, el de las inversiones, etc. La desesperanza es la manifestación más visible. No existe, a nuestro juicio, cuestión más importante, más estratégica, que combatir la inflación.

A propósito de los que sostienen que la inflación comenzó hace 70 años, los invitamos a leer el informe elaborado por la Bolsa de Comercio de la Ciudad de Santa Fe. “Las causas originarias de la inflación, convertidas en permanentes, también son diversas. A lo largo de su historia, Argentina ha padecido numerosos ciclos inflacionarios, cuatro hiperinflaciones y sólo algunos períodos cortos de estabilidad de precios. 

En términos estadísticos, los últimos 210 años registran una tasa de inflación promedio de 51,0% anual, siendo el máximo histórico de 3.079,5% en el año 1989. 
Aun sacando del cálculo los años hiperinflacionarios, el promedio anual de inflación en Argentina entre 1810 y 2022 se ubica en 8,8%.” 
Recomendamos su lectura completa, muy ilustrativo. 
Una de las razones sobresale, por encima de las otras, es la de no tener moneda, lo cual implica no disponer de un instrumento que se referencie a la vez, por una parte, en el commodity más tradicional de toda la historia, el oro y por la otra, en una o varias monedas que han podido mantener su vigencia a pesar de los vaivenes internacionales, por ejemplo, el dólar.

Se pusieron en marcha planes, modificaciones, intentos fallidos. Pero nada perduró el tiempo suficiente para que arraigue la confianza, sin la cual es impensable, se consolide el hecho económico. 
Hubo, dentro de las puestas en escena, ortodoxia, heterodoxia, mega devaluaciones, default, manotones de ahogado, desesperación, improvisación, políticas de shock y también negocios, alguien siempre salió beneficiado.

En la actualidad, la inflación está a punto de llevarse puesto en las próximas elecciones al actual oficialismo al que aclaro, yo vote, (esperemos que al menos lleguemos al cumplimiento de la renovación institucional dentro de los plazos establecidos).

Nada preanuncia, en razón de los instrumentos que están barajando tanto el oficialismo como la oposición, esperar resultados distintos, a lo sumo llegar boqueando al cambio de gobierno. 
Y cuando esto ocurra finalmente, qué? 
Si aplican la ortodoxia al mango, las consecuencias sociales son inimaginables, al punto de la desintegración, con final incierto y resultado más dudoso todavía.

Si van por la vía de los parches y el estiramiento, más temprano que tarde el nuevo gobierno será un muerto que camina. 
Los economistas anduvieron siempre por las ramas realizando experimentos que resultaron a la postre, fallidos. Desde el plan austral a la convertibilidad y otros, desde las mega devaluaciones a los planes de ajustes.

No falta voces proponiendo que adoptemos la dolarización, como si esto dependiera de nuestra voluntad. Sin dólares no se puede aplicar una dolarización. Salvo que intervenga el Gobierno de EEUU y magnánimamente nos deposite cientos de miles de millones de dólares para ese fin. No imposible, pero altamente improbable.

Llueven explicaciones sobre las causas; déficit fiscal, estrangulamiento externo, falta de inversión, demasiado estado, incidencia de acontecimientos internacionales, deuda, bajo crecimiento, falta de 
competitividad, emisión descontrolada, un poco de todo, etc.

Recientemente, el Ministro de Economía sacó de la galera el dólar soja, acción justificable desde la óptica de la desesperación, que nos parece atendible, pero abrió la caja de pandora a otros frentes. Todos los días aparecen consecuencias, algunas subsanables y otras no. En el mediano corto plazo no alcanza. La acumulación de problemas sin solución a la vista terminará en avalancha que nos enterrará a todos.

Nos preguntamos, porqué se tarda tanto en comprender que la falta de una moneda fuerte, garantizada por la confianza, fue y es el motivo de nuestro atraso casi secular. Sin una moneda suficientemente atractiva, de excelencia, que se imponga en la consideración de las personas sobre otras opciones, canalizando los excedentes y reteniéndolos en la economía doméstica, no existe mercado de capitales, no hay inversión, no hay crecimiento, no hay posibilidad de relativizar los gastos del estado dentro una economía en expansión.

Al momento de ver cómo podemos escapar de esta encerrona, dirigimos nuestra atención a los excedentes que la economía ha generado en el pasado y que han salido rumbo hacia otra parte, cerca de 400 mil millones de dólares. Si no hubiera ocurrido esa fuga, no estaríamos hablando hoy de inflación, sino de los problemas de una economía desarrollada.

Pero el hecho cierto es que ocurrió y no es cuestión de levantar banderas morales o regulaciones ineficientes, se trata de que el capital siempre emigra, en principio hacia donde entiende que será protegido y no birlado, después, a la rentabilidad.

Lamentablemente, este accionar se repetirá por más que acumulemos saldos favorables en las balanzas comercial y fiscal. No basta con ser eficientes, más productivos, más diversificados, mejorar la productividad, redimensionar el gasto público en relación al P.B.I, etc., obviamente todo suma, pero sin una moneda de respaldo que los argentinos en absoluta y total libertad de elección consideren como la mejor opción, no terminaremos de cerrar el ciclo sustentable.

Así que, sin vueltas tenemos que actuar con inteligencia, creatividad, imaginación, para ofrecer al capital excedente un refugio de protección de manera tan clara, tan visible, de fácil de comprobación, tan tangible, qué en el ejercicio de plena libertad de elección, los poseedores de esos excedentes opten por dejar los recursos en el país, fortaleciendo las reservas del banco central, formalizando un mercado de capitales, invirtiendo, generando negocios, en definitiva, completando el círculo virtuoso de la economía.

Con esa intención hace años que venimos presentando un conjunto de ideas, propuestas, como contribución al estudio de la creación del peso fuerte, el peso oro, con valor intrínseco y extrínseco, cuyo financiamiento esté a cargo del sector privado, nacional o internacional y regulado por el estado, con el consenso y aporte de los partidos políticos y también de las fuerzas económicas y financieras, de manera que cuando llegue el momento de tomar la decisión, el conjunto de estudios y modelos desarrollados ayude a minimizar el margen de error, evitando improvisaciones. 

El desarrollo y explicación técnica de la propuesta excede el marco de este trabajo. Hemos incursionado sobre el tema en otros artículos, pero siempre queda algo por decir, cuestiones que fundamentar, variantes a considerar, pero queremos dejar un ejemplo que puede ayudar a conceptualizar algunas de las funciones que involucra.

Tomemos el caso de las inversiones pendientes que hay planteadas para realizar en la Argentina, minería, litio, represas, plantas de energía atómica, que sumadas son muchas decenas de miles de millones de dólares. Por las razones que fueren, burocráticas, asimetría al momento de capitalizar la inversión, etc., están visiblemente demoradas y no terminan nunca de arribar. 

Supongamos que estas inversiones se canalizan por el peso oro, el peso fuerte (composición 20% oro de forma intrínseca y el 80% restante referenciado al dólar de manera extrínseca, cuya actualización frente al peso m.n se establece todos los días en el BCRA,) el único trámite financiero que debe realizar el inversor es aportar en especie (oro) a un fondo administrador del peso fuerte y recibirá una cantidad equivalentes de pesos fuertes con los cuales, puede operar desde el vamos dentro del país con pagos a proveedores, sueldos, gastos de todo tipo, y si algunos de ellos decide no aceptar esta forma de pago, el inversor tiene dos caminos, vender en el mercado secundario si el precio supera el del BCRA o directamente canjearlo en cualquier banco al valor del día. De esta manera administrar el capital de inversión sin recurrir a la compra de divisas como modo de resguardar valor.

Podemos explicitar otros muchos ejemplos, pero sería extender en demasía el presente artículo. 

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