El jueves 10 de octubre de 1946 amaneció soleado en Mar del Plata. En los radios y los diarios se informaba sobre el desarrollo de la 2da Guerra Mundial, el acuerdo de exportación de carne a Estados Unidos y los avances en la obra del complejo de hoteles de Chapadmalal. Quienes eligieron distraerse y pasear por la costa del centro de la ciudad por la tarde, se encontraron con un fenómeno sin precedentes: las playas se habían convertido en un verdadero cementerio cetáceo.
Las “toninas” llegaban a la arena y pasaban horas agonizando sin ningún motivo aparente, dando origen a una de las postales más insólitas de las que hay registro en la historia de la ciudad.
Los diarios de la época dan cuenta del arribo de los animales -alrededor de los que se había originado una polémica para establecer la especie- comenzaron a adueñarse de las orillas de la costa desde la playa popular hasta el Torreón del Monje cerca de las tres de la tarde. Para el final del jueves, los especialistas que llegaron al lugar sin dar crédito a lo que veían, contabilizaron 836 animales agonizantes que darían su último suspiro en horas de la noche.
Las crónicas del diario La Capital del 11 de Octubre revelan que las “toninas o delfines” de color azul intensivo tenían 5 ó 6 metros de longitud y casi 500 kilogramos de peso, llegaban a la playa en pequeños grupos y quedaban varados sin realizar “ningún esfuerzo por regresar al agua”. De acuerdo al reporte, la mayor parte de los cetáceos se ubicó en la Playa Brístol, la Popular y frente al Casino, aunque hubo apariciones de cadáveres en Camet, Punta Mogotes, El Torreón, y en la franja costera en dirección a Chapadmalal.
El fenómeno llamaba la atención de cientos de personas y tuvo trascendencia nacional al punto que, al día siguiente la ciudad se llenó de visitantes que protagonizaron escenas de lo más diversas: había personas que llegaban a la costa con su cámara de fotos y se retrataban con los animales agonizantes, mientras otros se acercaban al caer la tarde armados con grandes cuchillas y atacaban a los animales. Ante este panorama que parecía sacado de la película de Luis Buñuel “Un perro andaluz”, las autoridades decidieron intervenir y solicitar vigilancia policial en toda la costa.
Pasaban los días y el espectáculo dantesco se transformaba en un complejo problema de salubridad costera, entonces el comisionado Carlos González Bonorino dispuso que los cuerpos que habían comenzado el proceso de descomposición, fueran arrastrados a más de tres millas de la orilla en lancha. La distancia no era azarosa: se estimaba que al alcanzar los cinco kilómetros las corrientes marinas los alejarían, pero por algun error de cálculo dos cuerpos volvieron a la orilla y las autoridades dispusieron que se disequen y los esqueletos se conserven. Actualmente uno de ellos se encuentra en el Museo de Ciencias Naturales de La Plata, del destino del otro cadáver, no hay registros.
La autopsia que se le realizó a los dos ejemplares disecados permitió a los especialistas establecer las causas de la muerte masiva. Ambos cadáveres mostraban ausencia total de alimentos en el estómago y el estado perfectamente normal de todos los órganos internos. Esto excluye una posible intoxicación. El estómago vacío determinaría que fue el hambre la causa de los suicidios, pero teniendo en cuenta la riqueza ictícola de la plataforma marina de Mar del Plata, ello también quedó descartado.
De acuerdo al trabajo publicado por el capitán de fragata Teodoro Caillet-Bois no se trató de “pseudo orcas”, toninas o delfines, sino de cetáceos que alcanzaban un largo promedio de 6 metros y un peso que oscilaba en los 500 kilos. El doctor Carlos Marelli, ex-director del Jardín Zoológico de La Plata, las clasificó como una especie de delfínido.
"La pseudo orca es cosmopolita, migratoria y especialmente gregaria. Viaja en bandadas de muchas hembras con un macho y tiene, precisamente, la particularidad de su propensión al suicidio colectivo", indicaba Marelli.
Según el texto de Caillet- Boills, hasta 1946 se habían contabilizado siete suicidios masivos de este tipo de cetáceos. El primer informe es de 1880 en Kiel, en el Báltico; en 1903 hubo un fenómeno similar en Chathman, Nueva Zelandia; en 1927 en el norte de Escocia; en 1929 y 1930 en la isla de Ceylán. Vararon como sucedió en Mar del Plata. En 1931 en las rocas de Manra, Cabo de Buena Esperanza y en 1936 en el estuario de Tay, Escocia. Así, Mar del Palta se convirtió en la octava ciudad del mundo en registrar un fenómeno de estas características.
Fuente: 0223
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