domingo, 1 de enero de 2023

Lealtades y traiciones en los doce días que hubo cinco presidentes: del final de De la Rúa a la jura de Duhalde

Luego de la renuncia del mandatario de la Alianza y la seguidilla de Ramón Puerta, Adolfo Rodríguez Saá y Eduardo Camaño en el sillón de Rivadavia, el caudillo peronista asumió la presidencia para completar el período constitucional tras sangrientos enfrentamientos e inestabilidad absoluta. La historia secreta y las operaciones que sentenciaron a la convertibilidad.

El diputado Eduardo Camaño le pone a Duhalde la banda presidencial.

El domingo 30 de diciembre de 2001 el gobernador bonaerense Carlos Federico Ruckauf lo llamó a su amigo Eduardo Alberto Duhalde, en ese momento senador nacional. El diálogo telefónico no fue largo pero el mensaje que le dio era contundente: “Eduardo, preparate, porque el único que puede hacerse cargo de esta anarquía sos vos.” Quedaban pocas horas para el fin de 2001 y la crisis parecía imparable. En diez días habían pasado por el despacho presidencial de la Casa de Gobierno Fernando de la Rúa, el senador Ramón Puerta, el gobernador de San Luis, Adolfo Rodríguez Saá y el diputado nacional Eduardo Camaño. Como si no bastara el mensaje de Ruckauf, el misionero Puerta le dijo que no iba a poder decir que no, simplemente, “porque no hay otro que le junte la cabeza a todo el mundo”. De esta manera le estaba adelantando que Rodríguez Saá se iba al no verse apoyado por sus colegas gobernadores y, entre las pocas soluciones que se imaginaban en esas horas, una era entregar el gobierno a Julio Nazareno, presidente de la Corte Suprema de la Nación.

Nada fue producto de la sorpresa, o la aparición inusitada de “un cisne negro”. Aquellos mensajes que recibió Duhalde a fines de 2001 fueron el fruto de una larga cadena de marchas y contramarchas, comprobadas lealtades y también traiciones. El 20 de diciembre, el presidente constitucional Fernando de la Rúa presento su renuncia al cargo empujado por su partido, sectores de la oposición y una variada gama de empresarios y sectores sociales. Entre los apuntes que guardó De la Rúa de aquellos días, vemos que el 1° de octubre de 2001, dos semanas antes de las elecciones legislativas de medio término, Federico Storani, ex Ministro del Interior y en ese momento presidente del radicalismo bonaerense, declaró: “La UCR no puede seguir dándole un cheque en blanco al Gobierno”, mientras el diputado Leopoldo Moreau clamaba: “El partido debe declarar su independencia si no hay cambios. El Ministro de Economía (Domingo) Cavallo y su equipo tienen que irse.” Al día siguiente, durante una reunión en el Hotel Bauen, Eduardo Duhalde, candidato a senador, diría: “Ni Cavallo ni Mandrake sacarán a la Argentina de esta situación”. De persistirse en la misma dirección “el logro futuro va a ser el caos y la anarquía si no toman las riendas y se deciden a ponerse en la vereda del pueblo.” El 10 de octubre, en plena campaña electoral legislativa, Duhalde le dirá a la Agencia DyN que De la Rúa “no tiene apoyo, ni lo va a tener, porque la mayoría no apoya su política”. El Partido Justicialista, con 5.499.343 votos tomó el control de ambas cámaras de la legislatura, con una mayoría absoluta de 42 senadores y una mayoría simple en la Cámara de Diputados con 118 bancas. La “Alianza para el Trabajo, la Justicia y la Educación” obtuvo 3.244.891 votos y quedó primera sólo en 6 distritos. Hubo un alto nivel de votos en blanco o anulados (23,99%) y una alta abstención (24,53).


En simultáneo, Duhalde consideró ante DyN que el Presidente “no garantiza” la gobernabilidad del país. Se ha diluido el poder y hoy ha quedado aislado. Aconseja, “reconstruir el poder”. Tras severas admoniciones de la dirigencia política, el 25 de octubre, el sindicalista Luis Barrionuevo, consideró que “De la Rúa tiene que renunciar… y que al país empiece a conducirlo alguien con liderazgo político. No hay ninguna posibilidad de que el gobierno reaccione así lo traigan a Bin Laden de aliado”. Tres días más tarde, De la Rúa anotó en sus apuntes privados: “un sector del peronismo busca una salida institucional para adelantar las elecciones presidenciales sólo si la crisis político-económica no se supera antes del 10 de diciembre”.

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El viernes 9 de noviembre de 2001, presidente Fernando de la Rúa llegó a Nueva York con el objetivo de tomar contacto con distintos líderes políticos y ejecutivos de empresas estadounidenses. Dejaba a sus espaldas un país que comenzaba a transitar una crisis sin límites. El domingo 11 a la mañana, se encontró con George Bush, el presidente de los EE.UU., en una suite del Hotel Waldorf Astoria, en Park Avenue. Todos los anticipos periodísticos no hablaban de otra cosa que de la situación económica y de un eventual apoyo norteamericano al gobierno argentino. Tras el encuentro presidencial, De la Rúa dijo que Bush le “comentó la importancia de la vigencia de la democracia y la estabilidad institucional y me dijo que acompañaba nuestros esfuerzos y que Estados Unidos apoyará a Argentina en todas sus tareas”.

También afirmó que su colega estadounidense “está de acuerdo en que no debe haber ni moratoria ni devaluación, que Argentina debe evitarlos y que todos tienen que trabajar para lograr el apoyo de los organismos internacionales”. Mientras millones de dólares se fugaban de la Argentina, el primer mandatario trataba de convencer en el “Council of Americas” de apoyar su gestión y el presidente del Banco Central, Roque Maccarone, sostenía que “el sistema financiero está fuerte y es el dique de contención para la actual crisis económica… los ahorristas tienen que estar seguros con sus depósitos porque los bancos están fuertes y firmes”. No podía ni imaginar que semanas más tarde la gente golpearía las puertas de los bancos con cacerolas y palos.

De la Rúa volvió a Buenos Aires mientras “un sector del peronismo, con apoyo de algunos gobernadores, insiste en presidir el Senado. El misionero Ramón Puerta es el candidato y Duhalde quiere que uno de sus hombres de confianza, el diputado Eduardo Camaño, presida la Cámara de Diputados”, anotó De la Rúa en sus apuntes. Otro sector del peronismo realiza gestiones para mantener el orden institucional. Hacia fines de noviembre, el senador entrerriano Augusto Alasino logra entrar a la Casa de Gobierno por un lugar no habitual y entrevistarse con el Presidente y Christian Colombo, y sugiere convocar a la Iglesia para que se evite la disgregación del oficialismo. Además, en esas horas, el ex presidente Carlos Menem le advirtió privadamente de una maniobra golpista en desarrollo de Raúl Alfonsín y Duhalde. El 3 de diciembre de 2001 se diluyo lo que había sostenido Roque Maccarone en Nueva York: el gobierno anuncio el “corralito”, una decisión “transitoria” que limitaba la libre disposición de dinero en efectivo de cuentas corrientes, cajas de ahorros y plazos fijos. El límite eran 250 pesos semanales. Como explicación el Ministro Cavallo sostuvo que era para combatir a los “fondos buitres” que buscaban la devaluación y el default. Lo real era que los bancos se habían quedado sin liquidez y los dólares huían del sistema, mientras los cuentapropistas y los trabajadores en negro no podían cobrar sus “changas” por falta de efectivo.

Con el paso de las horas la situación se fue haciendo ingobernable. Primero comenzaron las manifestaciones callejeras, más tarde se iniciaron los saqueos a negocios en Mendoza, luego en el Gran Buenos Aires, como sostenían algunos radicales, apantallados por el peronismo. Casi 20 años más tarde, el propio Duhalde dirá que “puede ser cierto que tenga que ver con la caída de De la Rúa porque los políticos argentinos teníamos la costumbre de ponernos en contra del gobierno”. Por su parte, con la simpleza de su estilo, el ex presidente Carlos Menem dijo: “No hay liderazgo y por más que se enoje mi amigo De la Rúa cuando no hay liderazgo no hay gobernabilidad.”

Casi en las horas finales de su gestión, Fernando de la Rúa se permitió decir y anotar que “No hubo ninguna expresión de apoyo de Alfonsín. Difícil saber qué le pasó a Alfonsín para apoyar el golpe civil, qué compromisos lo movieron, qué ideas lo cruzaron para quedar él, en nombre de la República, señalado con participación en el golpe que para peor iba contra su correligionario y amigo, presidente por la Alianza que juntos formamos; y unirse a Duhalde que motorizaba gente al centro de la ciudad con graves consecuencias”.

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El martes 18 al mediodía, De la Rúa y Alfonsín conversaron durante un fugaz encuentro en la Casa de Gobierno. Además de ellos, estuvieron presentes, entre otros, Nicolás Gallo, Secretario General de la Presidencia y Raúl Alconada Sempé. En un momento, Alfonsín alcanzó a decirle: “Fernando, no nos puede volver a pasar lo mismo que en 1989″. Ante la posibilidad de un desborde incontrolable, el 19 de diciembre Duhalde dice en Canal 7 que “sin un gobierno de orden y justicia no hay salida y creo que este Gobierno no está capacitado para lograrlo.” Al día siguiente, diría: “El Presidente cambia o debemos cambiar al Presidente…a De la Rúa le queda muy poca cuerda en el carretel”. Nicolás Gallo, explicaría años más tarde el interés político de importantes empresarios para que se produjera el alejamiento de De la Rúa. “Había muchos empresarios que estaban endeudados en dólares, en una economía donde reinaba la convertibilidad. Exigían la quiebra del sistema para que, luego de terminar con la convertibilidad y devaluar de semejante manera, su deuda se termine licuando”.



El 19 a la noche De la Rúa declaró el Estado de Sitio “en todo el territorio nacional”, durante un discurso escrito que leyó por teleprónter. La respuesta de la ciudadanía fue salir a la calle en abierto desafío hacia la Plaza de Mayo, lo mismo que al edificio donde vivía el Ministro de Economía. El 20, mientras se desarrollaban dramáticos incidentes entre la Policía y los manifestantes, frente a la Casa de Gobierno, “el senador Carlos Maestro salió del domicilio de Alfonsín con la recomendación de mi renuncia ese jueves a las 17 horas. Era la respuesta de mi partido al llamado a la unidad (un gobierno de coalición) que acababa de formular, igual al del PJ por medio del diputado Humberto Roggero” se explicó De la Rúa. “Ante la violencia y la falta de apoyo renuncié. Mi renunciamiento sirvió para restablecer el orden gravemente alterado en una zona del Obelisco. Me retiré en helicóptero a Olivos de donde volví al día siguiente. El 21, “recibí a Felipe González y derogue el Estado de Sitio.”

“Ante la violencia y la falta de apoyo renuncié. Mi renunciamiento sirvió para restablecer el orden gravemente alterado en una zona del Obelisco. Me retiré en helicóptero a Olivos de donde volví al día siguiente.

Como contaría a Infobae dos décadas más tarde Adolfo Rodríguez Saá, “en esas horas invitamos a los gobernadores y a las personalidades del país para la inauguración de un aeropuerto internacional en Merlo. Ese mismo día, el país estaba en una enorme crisis: tipo seis de la tarde el presidente De la Rúa anuncia su renuncia al cargo. Bueno, después de inaugurar el aeropuerto, (Ramón) Puerta se hizo cargo de la presidencia provisional del país y los gobernadores tratamos el tema. Teníamos la mayoría en la Asamblea Legislativa y nos pedían que asumiésemos el cargo. Y discutimos eso.”

El viernes 21 de diciembre, durante una reunión en el Congreso, le proponen a Rodríguez Saá que se haga cargo del gobierno. “¿Me van a acompañar?” preguntó a los presentes (gobernadores, legisladores y autoridades partidarias) y “me dijeron que sí; entonces ahí le dije a Néstor (Kirchner): “¿Me vas a acompañar de jefe de Gabinete?”. Me dijo que sí. A Romero, al actual senador (Juan Carlos) Romero: “¿Me vas a acompañar como canciller? Sí. Y se sorprendieron cuando yo renuncié a seguir siendo gobernador para ejercer la presidencia. Yo consideraba que era una misión patriótica, que, aunque fuera muy corta, era tan importante que debía dedicar toda mi diligencia y capacidad en el tema”. Horas más tarde declinaron los ofrecimientos. Adolfo Rodríguez Saá asumió como Presidente de la Nación el 23 de diciembre de 2001.

—¿Era por 60 días o usted interpretó que era para completar el mandato de De la Rúa? -Le pregunto Infobae.

—”No, no, se discutió. Se discutieron dos cosas: eso y la convocatoria a elecciones con Ley de Lemas. Yo estaba de acuerdo en los 60 días para convocar a elecciones. Consideraba que había que convocar lo antes posible porque las medidas que había que tomar eran todas medidas difíciles, complicadas, que requerían de una gran legitimidad”. Lo que pocos cuentan es que Duhalde estuvo presente en esa reunión en el Congreso pero no aceptaba ser candidato. Entendía que había que completar el mandato de De la Rúa. La gestión de Rodríguez Saá fue muy corta, apenas una semana y su tarea trastabillo con grandes inconvenientes. La cuestión de la suspensión del pago de la deuda externa fue una. El jueves 26 de diciembre mantuvo en Olivos una reunión clave: “Fue cuando los empresarios me pidieron devaluar, me pidieron la pesificación asimétrica. Y yo les contesté que no, que esa no era la tarea mía, que era un presidente por un corto período de dos meses. Que eso lo tenía que decidir el presidente legítimo que eligiera el pueblo argentino en la próxima elección. Que mientras que yo fuera presidente se iba a mantener la convertibilidad”.

—¿Considera usted que hubo un golpe de Estado no convencional por parte de quienes querían salir de la convertibilidad?

—”Sí, por supuesto lo hubo. Hubo un golpe de Estado no con el sentido anterior que eran las Fuerzas Armadas sino de esta forma moderna, en la que destituyen a un presidente. Formas modernas”. Rodríguez Saá renunció desde San Luis vía fax, a las 23.09 del 30 de diciembre. Lo sucedió por unas horas el diputado nacional Camaño.

El 2 de enero de 2002 asumió la presidencia Eduardo Duhalde con el apoyo de 262 votos a favor, 21 contrarios y 18 abstenciones. Además, la Asamblea Legislativa lo designa para completar el mandato de De la Rúa. “No tiene ninguna chance de éxito” aseguraba la revista Newsweek. Junto con Raúl Alfonsín constituyó un gobierno de coalición. “No había otra salida que apoyar a Duhalde. El país se incendiaba”, dijo Federico Storani. Cuando dejó el poder el 25 de mayo de 2003, seis meses antes en manos de Néstor Kirchner, Duhalde abandonó Olivos con el 58 % de aprobación. Hay que decir que tuvo presiones para presentar su candidatura en las elecciones presidenciales pero no acepto. El mismo día que entregó la banda presidencial a Néstor Kirchner viajó a Brasil en el avión del presidente “Lula”.

Por Juan Bautista Tata Yofre para Infobae

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