Su currículum así lo acredita: fue ocho años ministro de Ciencia y Tecnología de Cristina Kirchner; se mantuvo a cargo de la cartera durante el gobierno de Mauricio Macri y, en las últimas semanas, sorprendió sentado en primera fila en el acto de lanzamiento presidencial de Juan Schiaretti. Sin embargo, no se define kirchnerista ni macrista ni peronista.
Un rara avis en la polarizada política argentina.
“Yo tuve una experiencia antropológica con estas dos tribus, que siempre me vieron como alguien de afuera”, reflexiona Barañao, que dio el gran golpe en 2015, cuando saltó desde un precipicio político. Pasó de ser el ministro mimado de Cristina Kirchner a sentarse en la mesa chica del gabinete de Macri.
El cambio de camiseta le valió los insultos de una de las tribunas y el crédito con desconfianza de su nuevo equipo. Tres años y medio después de haber dejado la función pública, insiste que aceptó el pase por pedido de la ex presidenta y revela que la “venganza” llegó con el exministro de Ciencia y Tecnología de Alberto Fernández, Roberto Salvarezza.
Volcado a la actividad privada como asesor científico y docente, el exministro recibe a Clarín en el comedor de su casa, en Pilar. Entre las discusiones a los gritos con la exmandataria y las curiosas llamadas de Macri los domingos a la mañana, el ex ministro revela cómo fue trabajar con los dos presidentes más representativos de la grieta argentina, en este siglo XXI; precisa de qué forma se puede arreglar al país desde la ciencia y habla de sus preferencias para las próximas elecciones.
– Si alguno de los candidatos que se perfila para llegar a la Rosada le ofrece ser funcionario, ¿aceptaría?
– Es muy difícil. De toda mi gestión hay cosas que quedaron: los edificios, la puesta en valor de la ciencia en la sociedad y el cambio cultural en los investigadores en sentirse responsables de tener que retribuir de alguna forma a la sociedad. Es decir, que no alcanza con publicar sus trabajos. Lo que ha ocurrido es que la otra tarea que para mí es muy importante es constituir un núcleo de recursos humanos altamente capacitado y altamente profesional. Ese fue un grupo que se creó durante el gobierno de Néstor y de Cristina, y que se mantuvo íntegramente durante el gobierno de Macri. Lo que nos permitió mantener las líneas fundamentales en un contexto más duro en lo económico. Pero eso, con el cambio de este gobierno y la llegada de Roberto Salvarezza, se desarticuló totalmente.
– ¿Por qué se desarticuló?
– Porque todo aquel que alguna vez me saludó, prácticamente, quedó afuera. Se desarticularon los grupos técnicos que había, siendo que la gran mayoría venía del kirchnerismo.
– ¿Fue una represalia de Salvarezza por haber continuado durante el gobierno de Macri?
– Fue por la “traición”. Todo aquel que se quedó durante el gobierno de Cambiemos era acusado de traidor. Yo consulté con Cristina para ver si me quedaba y ella fue la que dijo que me quedara. Así que ‘el que avisa no traiciona’. No fue como otros funcionarios que han cambiado de posición sin ese debido aviso. Así que se desmanteló el equipo y se perdió la mística. Yo siempre prioricé la coherencia y la armonía del grupo humano. He cambiado secretario y subsecretario para salvaguardar la armonía. Hoy es muy difícil recuperar a esa gente y, sobre todo, la mística.
– ¿Tenía un vínculo previo con Salvarezza?
– En su momento, a Salvarezza lo convoqué para ser presidente del Conicet. Es un excelente científico, pero la relación se resquebrajó cuando yo decidí que podíamos seguir con la autorización de Cristina. Él no creía que tenía la autorización de la expresidenta, y hasta lo tuvo que salir a aclarar ella. Cuando volvió destruyó lo que había. No sé si por rencor personal o influenciado por todas las personas que necesitaban un cargo y había que hacer lugar. Y siempre tuvo una actitud pública muy negativa hacia mi persona.
– Si le consultó a Cristina, ¿por qué tuvo tantas hostilidades?
– Porque el resto del kirchnerismo no lo aceptó. En la conducta tribal, el salirse del grupo es un pecado imperdonable. Y en todas las comunidades existe un comportamiento, que va desde los pajaritos, los chimpancés o los investigadores, que es el “castigo altruista” esto es que, cuando un individuo se aparta de la norma, hay que castigarlo. Porque si lo dejás, peligra la cohesión social. Es un mecanismo cuasi instintivo. Yo me pasé a la otra tribu.
– Pero si tenía tan claro que eso iba a pasar, ¿por qué dio el salto?
– Porque fue una decisión colectiva. Me debía a ese grupo que armé durante 12 años. Muchos me dijeron “si te dicen, seguimos”. Otros no aceptaron y se fueron. Cuando uno se pasa 12 años construyendo algo, y toda la gente está comprometida con eso, tiene que hacer lo posible por conservarlo.
– ¿Entonces tenía miedo que Macri lo destruyera?
– Tenía la cuasi certeza de que lo podía destruir. Una semana antes, estaba en las escalinatas del Pabellón 2 y dije ‘si va a pasar en el país lo que pasó en la Ciudad con la inversión en Ciencia, estamos fritos’. Pero yo tenía la herramienta de la renuncia, que usé en numerosas oportunidades. Ni bien entré, me dicen “¿y si no hacemos ingreso a la carrera de investigador este año?”. Yo les dije, “si lo hacés, vas a tener 601 vacantes, la de los aspirantes y la mía”. Eso sí, cada vez que había una reducción, tomaban el Ministerio. Curiosamente, el año pasado no hubo llamado a carrera, ¿vieron a alguien en la explanada del Ministerio?
Cada vez que había una reducción, tomaban el Ministerio. Curiosamente, el año pasado no hubo llamado a carrera, ¿vieron a alguien en la explanada del Ministerio?
La desobediencia a Cristina y la actitud que no le perdona a Macri
– ¿Por qué se define como un anti-militante?
– Hay un concepto de que la militancia es algo importante, pero es la antítesis de lo que es el comportamiento científico. Implica sacrificar el propio criterio para obedecer órdenes. Pero la ciencia es todo lo contrario: uno como científico tiene que desafiar el orden establecido. La militancia es al espíritu científico lo que la inquisición a Galileo. Que haya militancia y que haya que obedecer y perseguir a aquellos con los que no coincide, es muy peligroso. Yo rechazo totalmente el concepto de militancia. Yo soy un hereje. Me satisface provocar y desafiar el orden establecido.
– ¿Siempre fue así? Porque el kirchnerismo tuvo etapas de mucha efervescencia militante y gran parte de los funcionarios acompañaba.
– Pero una cosa es adherir con entusiasmo a una idea de futuro y otra cosa es reprimir a aquel que disiente en aquella visión y perseguirlo. Lamentablemente, el peronismo tiene ese componente en su corazoncito. Yo estuve muy marcado por algo que le pasó a mi padre, que era militante socialista. Él trabajaba en Vialidad Nacional y lo tenían muy relegado. Después del 55, como sabían que era socialista, vienen con otra lista para que anote a los peronistas, y mi padre rompió esa lista. A partir de ese momento lo siguieron persiguiendo, pero esta vez por peronista. Durante el kirchnerismo, yo nunca adherí fanáticamente a ninguno de sus principios. Tenía libertad de acción y discutía a los gritos con Cristina. Debo ser la única persona de su entorno que la he escuchado decir “me vas a dejar hablar a mí”. Pero teníamos una relación muy buena. Podíamos hablar de cualquier cosa y estar horas hablando de temas de biología, que la apasionaban. Y de hecho, la he desobedecido ostensiblemente en algunas cosas en las que yo pensaba que no tenía razón.
– ¿Qué pasaba con esa desobediencia?
– Un caso concreto. Ella (Cristina Kirchner) estaba muy convencida de que los hermanos Noble eran hijos de desaparecidos. Eso era por información que le tiraba Stiuso. No había manera de convencerla de que no. Yo le explicaba que no se podían alterar los datos genéticos y ella me discutía de que sí. Yo le decía: “Cristina, yo no te discuto de política, vos no me discutas de biología molecular. Mantengamos las áreas de incumbencia”. Entre las cosas que Stiuso le tiraba como carne podrida era una información falsa sobre Mariana Herrera, que había sido la perito de parte de las Abuelas. Yo tenía que organizar el Banco de Datos Genéticos y me parecía una persona ideal, por su trayectoria, pero no sé qué rumor le había tirado que ella me dijo “Mariana Herrera no”.
Ella (Cristina Kirchner) estaba muy convencida de que los hermanos Noble eran hijos de desaparecidos. Eso era por información que le tiraba Stiuso.
No dije más nada, hice un concurso internacional, salió ella elegida perfectamente, la nombré y cuando sale en el diario me llama y me dice “Lino, esa no es la que te dije que no tenía que ser”. Y yo le respondí, viste que Clarín, a esa que vos dijiste que era agente del diario, le hace una crítica, no está celebrando (el nombramiento). Además, fue por concurso internacional y no tiene flanco débil. Y Mariana es muy kirchnerista.
Yo siempre creí que un ministro tiene la obligación de oponerse a un presidente si piensa que está haciendo una macana. Tiene la obligación de oponerse porque sino le hace un mal servicio. Después lo reconoció y todo se acomodó. Uno tiene que entender que un presidente está en demasiadas cosas y si uno tiene más información, y está muy seguro, tiene que tratar de revertir esa situación.
– En los últimos años del gobierno de Cristina Kirchner, contó que La Cámpora le quiso crear un ministerio paralelo, ¿cómo fue esa jugada?
– Había un proyecto de ley para crear un instituto para aconsejar al presidente en temas de ciencia y tecnología en todas las áreas que teníamos nosotros. Esto lo apoyaba Wado (de Pedro). Pero yo creo que él no era consciente de la superposición que había y que era una maniobra para taparme. Buscaban ganar un espacio de poder y de cargos. Era un sector vinculado a la ciencia que no había entrado al Ministerio. Me molestó en su momento, pero ni llegué a hablarlo con Cristina porque no avanzó.
– ¿Tenía con Macri un vínculo similar al que tenía con la ex presidenta?
– Tienen una personalidad totalmente distinta. Macri es más frío. En el kirchnerismo, domingo a la mañana sonaba el teléfono, veías Presidencia y decías “¿qué rompí?”. Y me decían: “Así que fuiste a la charla de CIPPEC, ¿te trataron bien?”, estaba prohibido hacer esas cosas. O me decían, “mañana a la mañana quiero 20 investigadores de guardapolvo en el puerto de Mar del Plata para inaugurar…”, siempre era un estrés total. En la época de Mauricio, domingo a la mañana me llamaba y me decía: “Hola, Lino, soy Mauricio, quería saber cómo estabas, porque ayer te pegaron en el diario”. “Y sí, me pegaron porque me bajaste el presupuesto”. Era esquizofrénico, y se lo conté a Marcos Peña, porque lo del presupuesto te lo creo, que no había plata, porque los otros ministerios tampoco tenían, así que no voy a decir que me castigaban a mí. Pero si voy en febrero y te digo que estoy 600 millones abajo y que tengo contratos firmados con las empresas y que necesito que me bajes la cuota, y no pasa nada; y en mayo va una investigadora a un programa de preguntas y respuestas, y al día siguiente la recibe Macri y aumenta el presupuesto, y yo no estoy… Explicame eso, eso es sadismo. No te la perdono. Podés llamarme a la mañana para preguntarme cómo estoy, pero portate como se debe.
Con Cristina yo tenía un status particular porque era el ministerio creado por ella. Yo era su decisión. Yo necesitaba algo, mi secretaria mandaba un mail y a los cinco minutos respondía. Había momentos en los que ella entraba en otra personalidad, de una persona curiosa, y podíamos estar horas hablando y escuchándonos. Así como nos peleábamos a los gritos, teníamos una relación de mayor confianza. Macri era más ingenieril, teníamos otro trato.
Con Cristina yo tenía un status particular porque era el ministerio creado por ella. Yo era su decisión.
– Cuando Cambiemos convirtió al Ministerio de Ciencia en Secretaría lo hizo para recortar gastos, ¿logró ese objetivo?
– El único gasto que se redujo fue la diferencia entre mi sueldo de ministro al de secretario. No tuvo sentido esa medida porque el presupuesto ya estaba aprobado.
Entre el destino del país y el de la ciencia
– Después de haber pasado por dos de los espacios mejor ubicados en las encuestas para las elecciones, ¿cómo ve el escenario electoral?
– Me preocupa porque yo tuve la experiencia antropológica con estas dos tribus, que siempre me vieron de afuera. Los de Cambiemos me preguntaban “¿cómo nos ven?, ¿cómo son los otros?”. En el kirchnerismo yo era el técnico, no molestaba. Pero en los espacios había coherencia, cierta unidad de criterio. Ahora veo una balcanización. Muchos espacios con posiciones dramáticas, sobre todo del espectro de derecha.
– ¿Quién le gustaría que gane?
– Por primera vez no tengo un candidato definido, pero quisiera que gane alguien capaz de dar una aproximación pacífica, racional y posible a los problemas de los argentinos. Y que además, plantee alguna utopía, alguna idea de futuro. No basta con ser sensato y ser honesto, que para Argentina en un salto importantísimo. Si queremos salir, hay que plantear una postal de dónde queremos ir.
– ¿Corre riesgo la inversión en Ciencia en este contexto?
– Corre riesgo si hay una debacle económica porque lamentablemente no está en la primera lista de prioridades. Me preocupa cuando ciertos candidatos dicen que hay que achicar el gasto público y no dicen cómo, no tienen ni idea. Me pasó, porque también he estado en reuniones para que diera mi opinión y veo gente no conocida del sistema y me dice: “¿No se pueden juntar todos los organismos en uno? ¿Es necesario que haya un Ministerio?”, decía la gente del PRO. No se preocupen, nadie del PRO puede ser ministro de Ciencia, fíjense en los radicales, que de eso saben. Ustedes dedíquense a otras cosa. Si la parte de Ciencia se la dejan a los radicales, que sería lo lógico, la van a defender, por lo menos. Tienen gente capacitada, que se está preparando.
– ¿Cómo se puede resolver el país desde la ciencia?
– Hay un recurso mucho más importante que el litio para resolver los problemas del país, y es el conocimiento y los recursos humanos. Esto puede contribuir a solucionar los dos problemas centrales que tiene Argentina: la generación de empleo y de divisas. Esa ha sido mi tarea central durante toda la gestión y ahora lo estoy haciendo desde el sector privado. Hoy los países que tienen menor índice de Gini son los que basan su economía en el conocimiento y no en los recursos naturales. Israel no tiene recursos naturales, no tiene manufactura, pero tiene el Waze, que es mucha más plata que cualquier manufactura. Argentina tendría ese potencial, sin renunciar a seguir recibiendo divisas por los recursos naturales. Podría tener un crecimiento a partir de la explotación de servicios, la ciencia como servicio.
Fuente: diariolarepublica.ar-Clarin.com
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