Las primarias suelen dar la pauta de lo que ocurrirá en las elecciones generales, pero pueden darse algunas diferencias en los resultados entre ambas instancias que se traducirían en una banca más o menos. Que en un escenario en el que está en juego el quórum propio del oficialismo en ambas cámaras, no es un dato menor.
Por eso, son apresurados todos los análisis que se hacen ahora sobre la futura composición del Congreso. Los temas a tener cuenta son varios:
1) Como siempre ocurre, en las primarias habrá un menor número de votantes que en las generales, y que este año puede estimarse en 2.000.000.
2) Los votos obtenidos por los que no llegaron al 1,5% en la PASO y por lo tanto no accedieron al derecho de competir en las generales, se volcarían, en principio, por los otros candidatos. Pueden ser entre 3 y 4 puntos de acuerdo a las provincias.
3) Suele apreciarse un incremento del voto estratégico por parte de los que en las primarias se inclinaron por el candidato de su preferencia, pero que en las generales optan por los que tienen más chances de ganar. Eso se observaría fundamentalmente en la elección de senadores.
4) Otro dato clave será la capacidad que muestren los ganadores de las primarias para retener el voto de los que apoyaron a los perdedores, máxime teniendo en cuenta que en algunas provincias se definirán liderazgos internos. Será más fácil en el caso de la listas de diputados que se integrarán con los que compitieron en las primarias que en las de senadores.
5) También pueden darse cambios en el contexto durante los dos meses que median entre las dos elecciones. Mejoras o retrocesos en el proceso económico influirán en el comportamiento de los votantes.
6) Los candidatos reaccionarán frente al resultado de las primarias y ajustarán sus discursos y estrategias para noviembre lo que eventualmente puede modificar la decisión de algunos votantes.
Por lo tanto, en estas dos semanas conviene concentrarse en el análisis de las primarias y dejar para después las proyecciones sobre los resultados de las generales y la recomposición del sistema político que producirán.
Fuente: El Economista
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