Miles de seguidores del presidente Jair Bolsonaro desafiaron la lluvia que caía sobre Río de Janeiro la mañana de este miércoles, día festivo, para pedir abiertamente que los militares lideren una “intervención federal” contra el futuro Gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva. Concentrados frente al imponente palacio sede del Ejército en el centro de la ciudad, los bolsonaristas coreaban consignas pidiendo la ayuda urgente de los militares para salvar a Brasil del “comunismo”. El medido discurso de Bolsonaro dos días después de su derrota, en el que no reconoció abiertamente el triunfo de su adversario, fue interpretado por sus seguidores como una luz verde para seguir movilizados. Las autoridades no han dado cifras del número de asistentes.
La mayoría de los presentes eran ciudadanos de a pie, más blancos que negros y de avanzada edad. El ambiente, a pesar de la rabia acumulada, no llegaba a ser violento. Algunas señoras rezaban con los ojos cerrados y las manos al aire mientras otros cantaban el himno nacional, soltaban petardos o hacían sonar trompetas: un acto ruidoso con muchas pancartas pidiendo “¡intervención!”. Otras hablaban de decretar el estado de sitio y de cerrar el Supremo Tribunal Federal y el Tribunal Superior Electoral.
Cada vez que un militar se asomaba desde lo alto de la torre del palacio para otear el ambiente, salvas de palmas. Dos coches de la Policía Militar y una decena de militares custodiaban el edificio, aunque los manifestantes se mantuvieron en todo momento tras las vallas y sin intentar forzar el perímetro de seguridad. Mientras esto sucedía, los grandes medios brasileños no hacían mención de estas protestas en sus ediciones digitales. Estaban más pendientes de los bloqueos en carreteras, donde los seguidores del ultraderechista han provocado un caos vial desde el lunes.
Protesta frente a un cuartel de Río de Janeiro, este miércoles. ANTONIO LACERDA (EFE)
Entre los presentes había un puñado de militares jubilados, habituales en las protestas bolsonaristas,
que a pesar de las peticiones a los uniformados, estuvieron en un segundo plano. Reginaldo
Rodrigues, sargento reservista de la Marina, observaba la protesta con una mezcla de orgullo y
temor: “Tengo la nítida impresión de que vamos a perder nuestra libertad”, aseguraba con
vehemencia.
El fantasma del comunismo, siempre presente en las marchas de la extrema derecha brasileña,
volvió con más fuerza si cabe ahora que Lula da Silva ya es presidente electo. Para Rodrigues,
los manifestantes ven ahora en el Ejército su última esperanza.
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